D. Emilio Quereda

EMILIO QUEREDA MARTÍNEZ - FRAGUA

(1887- 1936) 

BIOGRAFÍA

Justino Emilio era natural de Tembleque (Toledo) y había nacido el 13 de abril de 1887, hijo de José Quereda y Josefa Martínez-Fragua. Tras realizar los estudios sacerdotales, fue ordenado en Toledo el 23 de marzo de 1912, de manos del cardenal Gregorio Mª Aguirre García. Entre sus primeros destinos fue nombrado coadjutor de la parroquia de Mora, párroco de Los Cerralbos, y de allí pasó a Villacañas.

El académico correspondiente por Villacañas de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, Ángel Novillo Prisuelos nos dice:

«Tengo oído que don Emilio era un grandísimo experto en latín. Vivió en la casa de mi abuelo, y mi madre contaba que era una buenísima persona. Refería la anécdota de que tenía siempre la cámara de la casa llena de leña, porque constantemente iban personas muy pobres que recogían leña en la sierra, e iban a vendérsela a don Emilio y él siempre se la compraba para ayudarles, porque eran pobres y con gran necesidad de ayuda».

Verano de 1936

El 20 de julio los marxistas del pueblo se incautaron de las llaves de la iglesia parroquial y de las cuatro ermitas existentes. Siguiendo la consigna de destrucción, desaparecieron bajo su saña iconoclasta dieciocho altares, veintiocho imágenes, robados los vasos sagrados y tres campanas. Las sagradas formas quedaron en poder de los asaltantes del templo, quienes rompieron el sagrario y arrojaron por tierra algunas; otros, sin embargo, llevaron parte de las especies consagradas a personas de reconocida piedad.

El 2 de agosto fueron detenidos todos los sacerdotes que se encontraban en Villacañas (Toledo), a excepción del párroco, que se hallaba gravemente enfermo. La vida en la cárcel, para la que fue habilitada la ermita de los Dolores, constituyó un continuado periodo de tormento.

Frecuentemente los sacerdotes detenidos sufrieron vejámenes y palizas terribles. A consecuencia de ellas, don Emilio Quereda quedó con un brazo roto; a don Rufino le sacaron con engaños varios miles de pesetas y don Manuel Simón (hijo del pueblo, coadjutor de El Romeral) fue arrojado desde la tribuna al suelo de la manera más inhumana; se le torturó con vergonzosas amputaciones, pereciendo a consecuencia de un apaleamiento bestial el 14 de agosto, mientras pronunciaba Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

El 5 de septiembre don Rufino y don Emilio fueron sacados de la cárcel y llevados al cementerio de Tembleque, donde después de una nueva y última brutal paliza, los remataron a tiros.


J. López Teulón, La persecución religiosa en la Archidiócesis de Toledo 1936-1939. Tomo tercero